Menudo año que hoy expira, para todos y para mí en particular

En efecto: se marcha dos mil diecisiete, aunque ya sabemos que hoy es domingo y mañana lunes, y que nada esencialmente cambia: seguimos en esta terrible cuerda floja que es el abuso incesante de las oligarquías, más marcado desde dos mil siete, donde éstas no tienen conmiseración alguna para con la inmensa mayoría de personas en todo un globo que nos mantiene estrechamente relacionados, como nunca. Y es que en la Edad Media hasta la vida de los pueblos más alejados que un día de camino nos era opaca, y sin embargo ahora sabemos todos de todos, y sabemos de lo mal que andamos administrados, o peor, de cómo andamos vampirizados a base de bien por las multinacionales y la banca en el lado neoliberal, y por la sangría de dictadores o pensamientos extremos en otros lugares.

¿Cuándo cesará este comerse el hombre al hombre, este ser lupi hominium? Probablemente nunca, probablemente habrá reconciliación, como hubieran deseado Marx y Engels y en el fondo todos según dejamos entrever en los textos religiosos. Quién puede saberlo, pero la esperanza, evidentemente, nunca se pierde.

El dos mil diecisiete que hoy expira se lleva por delante muchas cosas en España: sigue don Rajoy, a mi juicio el peor presidente del gobierno de toda la historia del país, lleno de cinismo, ignorante, al servicio de aquellas oligarquías que se fagocitan el mundo globalizado presente; se lleva por delante la convivencia pacífica entre el Estado y Cataluña, se lleva por delante condiciones mínimas de habitabilidad del planeta, y aquí en España la gran oportunidad también de energías limpias, porque los gabinetes Rajoy han sido los más impresentables de toda nuestra historia, y yo me la conozco bastante bien por cierto; se lleva por delante gran parte de la Seguridad Social y de la Caja de pensiones, sigue desarmando nuestro sistema educativo, nos sigue vendiendo el patrimonio público, nos mete el AVE en Murcia por donde a estos cretinos les da la gana: muchas cosas nefastas.

Y en mi terreno personal, el dos mil diecisiete es el año de mi divorcio; ya estuve separado unos meses en el 1984, separación que logramos sobreponer al aprobar yo mi cátedra de filosofía de instituto, porque en seguida le ofrecí a mi compañera Lola la posibilidad de reanudar nuestras vidas con alguien que ya tenía más entidad; y ahora, tras 37 años vuelve a hacerse nuestra vida en común impracticable: venía haciéndose desde hace años, como suele suceder con estas cosas, pero se ha agravado por mis posicionamientos políticos, cada vez más diáfanos, unidos a mi recuperación general anímica, que se produce más o menos cuando mi hija nos abandona en dos mil nueve. Yo ya iba despegando, de nuevo a preocupaciones sociales, desde dos mil uno poco más o menos, y todo este trabajo social mío sólo ha hecho separarme de Lola, más preocupada por sus cosas, sus amigas, su trabajo y apenas nada por seguir estableciendo buenas relaciones conmigo.

Lo importante es que me encuentro bien, tranquilo, haciendo lo que creo que debo hacer, en el terreno de lo social, el pensamiento y la música y que no se está produciendo una desorganización lamentable en mí, algo que tanto temía para el caso de quedarme sólo como acaba de ocurrir.

Así es que, ¡larga año!, tan cargado de nubarrones, pero también de experiencias que nos hacen seguir creciendo, hasta donde los hados nos dejen, porque obviamente cada vez uno es más mayor y va teniendo menos fuerza, menos tesón: pero en fin, seguiremos hasta donde nos toque.

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